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TEOTIA
DE LA MENTE
El
término “Teoría de la Mente” fue definido originalmente por
Premack y Woodruff (1978) como la
habilidad para adscribir,
asignar, atribuir estados mentales a otros y a uno mismo. Estados
como creer,
pensar, desear, pretender.
¿QUÉ
ES LA TEORÍA DE LA MENTE?
Según
Premack y Woodruff (1978), la Teoría de la Mente consiste en lo
siguiente: “al decir que un
sujeto tiene una Teoría de la Mente,
queremos decir que el sujeto atribuye estados mentales a sí mismo
y
a los demás,... Un sistema de inferencias de este tipo se considera,
en un sentido estricto, una teoría,
en primer lugar porque tales
estados no son directamente observables, y en segundo lugar porque
el
sistema puede utilizarse para hacer predicciones, de forma
específica, acerca del comportamiento de
otros organismos”.
Desarrollo
de las emociones y de los patrones de referencia social.
Podemos
decir que hacia los cinco meses el niño puede distinguir expresiones
emocionales, antes de
los nueve meses manipulará objetos e
interaccionará con los otros sonriendo y balbuceando, y hacia
los
nueve meses podrá coordinar a las personas y a las cosas. La
referencia social se utiliza pues para
compartir objetos y
situaciones y está directamente relacionada con el desarrollo de los
prerrequisitos
de comunicación. “La referencia social marca su
capacidad para coordinar su interacción con una
nueva persona y con
los objetos; los niños pueden responder a la reacción de su madre a
un objeto en
el mundo” (Astington, 1997)
Concepto
de intersubjetividad.
Introducido
por Trevarthen (1982), éste diferenció dos momentos dentro del
proceso de intersubjetividad. Al primero le denominó
intersubjetividad primaria, el niño lo desarrollaría a temprana
edad
(2-4/5 meses) y se manifestaría por reacciones cara a cara con
las figuras de crianza.
Las
emociones
y los afectos serían las vías primitivas para el acceso
hacia la intersubjetividad (el primer tramo en
el camino hacía el
descubrimiento de la mente de los otros). Posteriormente, hacia el
primer año se
desarrollaría la intersubjetividad secundaria, que
podría ser definida como la motivación deliberada a
compartir los
intereses y las experiencias de otras personas.
Desarrollo
de conductas comunicativas.
Los
estudios sobre el desarrollo evolutivo de las pautas comunicativas
han demostrado que los niños
entre el año y los dieciocho meses
realizan un tipo de comunicación que parece estar directamente
relacionada con el desarrollo de la mente.
Esta
actividad podría ser definida como protomentalista y
son actos que
se dirigen a compartir experiencias acerca de los objetos; y no sólo
a lograr los objetos
a través de los otros. A estos actos se les ha
denominado protodeclarativas, se manifiestan a través de
actos de
señalar con el dedo y se acompañan de expresiones emocionales y
miradas alternativamente
compartidas hacia los sujetos de
interacción y a los objetos en sí mismos.
Los
niños de dos años no
saben que mentalizan pero emiten
protodeclarativos que pueden implicar una mentalización implícita
y aún rudimentaria. Después comenzarán a producir las primeras
palabras, que han sido consideradas
como holofrases y que hacen
referencia a los objetos y a sus propiedades, atribuyen posesiones,
hablan
de los hechos acaecidos... están desarrollando la progresiva
diferenciación entre los estados mentales
propios y los de los
otros.
Adquisición
del lenguaje oral.
La
utilización del lenguaje como vehículo de comunicación facilitará
el desarrollo de los aspectos
pragmáticos. Al final del segundo
año, los niños adquieren la capacidad para resolver problemas que
se
presentan en su vida diaria, pensando primero en las soluciones
probables y actuando posteriormente
en consecuencia evitando en la
medida de lo posible las estrategias de ensayo-error.
Lo
cual indica
que son capaces de pensar en situaciones ausentes e
hipotéticas, ya sea hablando sobre sucesos que
no están presentes
o resolviendo problemas, pensando previamente en las consecuencias,
encontrando
objetos que fueron movidos sin que ellos vieran dicha
trayectoria, etc. Están adquiriendo habilidades
de simbolización y
de representación.
Desarrollo
de la simulación y de la imaginación.
Harris
(1991) propone tres periodos evolutivos en el desarrollo del sistema
de simulación-imaginación.
En
un primer momento los niños hacia el primer año son capaces de
reproducir su propio sistema
perceptivo y emocional, es decir,
pueden intuir las intenciones de otras personas respecto de objetos
o
mentes presentes. Así se desarrollarán pautas de comunicación
intencional.
En
un segundo momento,
entre el primer y el segundo año, se produce el
paso de la reproducción a la atribución de actitudes
hacia
objetivos presentes y muestran una capacidad simuladora muy ligada al
momento presente.
Y
en un tercer momento, la simulación se convierte en imaginación,
por lo tanto en representación, se
desliga de los objetivos
presentes e inmediatos. Su desarrollo comienza desde los dos años
hasta los
cuatro años y medio. Aquí el niño puede simular
intenciones hacia objetivos contrarios a los que el
mismo percibe.
TEORÍA
DE LA MENTE EN NIÑOS CON TRASTORNOS DEL DESARROLLO:COMPARACIÓN
NIÑOS CON AUTISMO Y NIÑOS CON SÍNDROME DE DOWN
La
comprensión de la mente es fundamental para la comprensión del
mundo social, ya que con ella
los niños pueden entender las
acciones de las demás personas y realizar predicciones de la
conducta.
Sin
embargo, hay algunas personas que tienen ciertas dificultades en el
manejo de estas habilidades de inferencia metalista, como son entre
otros los niños con autismo y los niños con Síndrome de
Down.
Respecto
a los niños con autismo, según diversas investigaciones (Yirmiya y
Shulman, 1996;
Baron-Cohen, 1989), carecen de la habilidad de
atribuir estados mentales, presentando serias dificultades en las
tareas de teoría de la mente.
Estos
niños se caracterizan por:
a)
Insensibilidad hacia los sentimientos de otras personas: no
tienen en cuenta los sentimientos
de las personas que les rodean, no
se paran a pensar si les van a hacer daño con sus palabras o con
sus acciones y si tienen que decirles algo que les va a afectar
directamente, se lo dicen sin más.
b)
Incapacidad para leer intenciones: A veces los demás niños del
entorno de la persona con
autismo le toman el pelo y le mandan
realizar alguna acción que ellos saben que está mal para
reírse
de él, naturalmente el niño con autismo no es capaz de llegar a
captar esto. Nuevamente le
resulta difícil ponerse en el lugar del
otro para de esta forma darse cuenta de que lo que quieren
los demás
es reírse de la acción que va a realizar.
c)
Incapacidad para leer el nivel de interés del oyente respecto
del propio discurso: Sabemos
que muchas veces estas personas hablan
del mismo tema una y otra vez o repiten las mismas preguntas, no son
capaces de darse cuenta de que a la persona de al lado la están
cansando y que no
le interesa lo que le están diciendo, mientras
que ellos lo viven de una forma entusiasta.
d)
Incapacidad para comprender malentendidos: Como son tan meticulosos y
obsesivos con
las cosas, no son capaces de entender que los demás
pueden cometer errores sin que sea deliberadamente.
e)
Incapacidad de mentir y comprender el engaño: Aunque sean muy
mayores la inocencia siempre
está con ellos y aunque no sea
directamente, indirectamente es bastante fácil engañarles. Cuando
una persona con autismo intenta mentir, lo hacen pero de una forma
tan pueril que al instante te
das cuenta.
En
todos estos ejemplos es necesaria la intervención de una Teoría de
la Mente, lo que
explica que las personas con autismo al carecer de
la habilidad para atribuir estados mentales fallen
en este aspecto.
Comparando a estos niños con los que tienen Síndrome de Down,
encontramos
que estos últimos tienen una mayor competencia social
(son sensibles hacia los sentimientos de
los demás, son capaces de
entender las intenciones, de comprender las mentiras e ironías,...)
y
resuelven con retraso pero normativamente las tareas de Teoría de
la Mente.
SÍNDROME
DE DOWN Y CREENCIAS
En
primer lugar, acerca de las creencias (consideradas el estado mental
más importante) comentar
que, según los datos obtenidos por
Baron-Cohen, Leslie y Frith (1985) los niños con Síndrome de
Down
no tienen especial dificultad en la tarea de falsa creencia de Perner
y Wimmer (1983).
En
1983,
estos dos psicólogos evolutivos, idearon esta ingeniosa tarea
que, sirviéndose del lenguaje, permitía
determinar el momento de
desarrollo de la teoría de la mente. Consiste en una historia
sencilla, que se
va contando al niño, al tiempo que se representa
mediante muñecas y maquetas.
SÍNDROME
DE DOWN Y EMOCIONES
Como
ya hemos comentado anteriormente, cuando los comparábamos con los
niños autistas, los niños
con Síndrome de Down parecen ser
socialmente sensibles y atentos a las emociones de los otros.
Kasari,
Freeman y Hugues (2001) realizaron tres estudios en los que
a los niños con Síndrome de Down se les
presentaron tareas de
reconocimiento emocional diseñadas para valorar su conocimiento de
emociones simples, su habilidad para etiquetar emociones y su
comprensión de emociones simples.
En
estos
estudios se obtuvo que estos niños tienden a confundir una
emoción positiva por una negativa (feliz en
lugar de ira, por
ejemplo). Este dato distingue a los niños con Síndrome de Down de
otros niños con
retraso mental pero no con Síndrome de Down, ya
que estos últimos si bien se equivocan, lo hacen en
el mismo tono
hedónico.
Estos
autores plantean la posibilidad de que los niños con Síndrome de
Down
tengan una particular respuesta fija (feliz) cuando no están
seguros de la respuesta correcta. Por otro lado, Muris y col.(1995)
en un trabajo acerca del conocimiento de emociones básicas en
sujetos autistas, plantearon que los niños con Síndrome de Down
tienen una mayor capacidad para
nombrar las cuatro emociones básicas
que los niños con autismo.
SÍNDROME
DE DOWN, INTENCIONES COMUNICATIVAS Y LENGUAJE MENTALISTA
En
cuanto a la comprensión de los niños con Síndrome de Down de las
intenciones comunicativas del
otro, Abbeduto y cols. (1988)
plantearon que estos niños presentan un retraso en la comprensión
de
peticiones indirectas “convencionales”. Ejemplo: ¿Puedes...?
¿Te importaría...?, así como una alteración de la comprensión de
las no convencionales, tales como sugerencias o insinuaciones.
Ejemplo:
Hace
calor aquí.
Por
su parte, Beeghly y Cicchetti (1997), en relación con la producción
de lenguaje mentalista de
estos niños, plantearon que producen
significativamente menos palabras acerca de estados mentales
que los
de su misma edad mental. Asimismo, estos niños difieren de los niños
con desarrollo normal
en el contenido semántico de su lenguaje
sobre estados mentales, siendo la proporción más alta para
palabras afectivas y más bajas en palabras sobre volición,
habilidad y cognición.
Estos
autores
también comentaron como la producción del lenguaje sobre
estados mentales está significativamente
relacionada con las
destrezas en lenguaje expresivo, por lo que conocida la debilidad de
los niños
con Síndrome de Down en lenguaje expresivo, se comprende
su relación con la escasa producción de
lenguaje mentalista.
Finalmente, Tingley, Gleason y Hooshyar (1994) plantearon la
existencia de una
relación entre el uso de palabras referidas a
estados mentales y los niveles de los niños a nivel socioadaptativo,
comunicativo y funcionamiento lingüístico.
INTERACCIÓN
MADRE-HIJO CON SÍNDROME DE DOWN
Tingley,
Gleason y Hooshyar (1994) consideraron las interacciones madre-hijo
con Síndrome de Down
y observaron que las madres de estos niños
usan menos palabras referidas a sentimientos y estados
mentales que
las madres de niños con desarrollo normal. Por su parte, Kasari,
Freeman y Hugues
(2001) comentaban que cuando estas madres se
refieren a emociones primordialmente hacen referencia
a emociones
simples como felicidad y tristeza.
Estos
últimos autores plantean la posible interferencia de los rasgos de
personalidad en la adquisición de ciertos tipos de conocimiento,
obteniendo que los padres de estos niños no usan a menudo
términos
emociones negativos con niños que a menudo se muestran felices, lo
que muestra su apoyo
al error comentado anteriormente (confusión de
una emoción positiva por una negativa)
Analizando
la conducta emocional de los niños con y sin Síndrome de Down
durante la interacción cara a cara con sus madres, Carvajal e
Iglesias (2002) obtuvieron que los niños con Síndrome de
Down y
sus madres presentan una serie de intercambios expresivos coordinados
e interdependientes.
Estos
autores también comentan las diferencias con niños sin Síndrome de
Down en parámetros
cuantitativos de conducta expresiva, tales como
frecuencia, duración e intensidad de las diferentes
expresiones
emocionales.
DISCUSIÓN
Tal
y como comentan Rivière y Núñez (1996), nos resulta difícil
imaginar como sería el mundo humano
sin una teoría de la mente, un
mundo donde los demás no se constituirían como “seres dotados de
una mente”. La mente de los demás sería una puerta cerrada,
carecería de sentido intentar transmitir
creencias, deseos,
intenciones y las interacciones muy frecuentes y dinámicas de las
conversaciones
cotidianas resultarían desarrollo cognitivo
y
emocional de los niños con Síndrome de Down con una edad mental de
entre 4-6 años, comparando
la muestra con niños de la misma edad
mental con otros trastornos (parálisis cerebral, ceguera, sordera,
síndrome X Frágil,...) así como con niños con desarrollo normal.
Del mismo modo, consideramos relevante la utilización de otras
tareas, además de las clásicas (falsa creencia,...) que se suelen
emplear en
la evaluación de las habilidades de inferencia
mentalista en niños autistas y que serían, por ejemplo,
tareas de
falsa creencia de segundo orden, emociones secundarias, atribución
de intenciones,...
inalcanzables o muy difíciles de seguir. Además,
el comportamiento de la gente
resultaría, en gran medida,
imprevisible para la persona sin mecanismos mentalistas.
Basándonos
en la necesidad de la adquisición de habilidades mentalistas en
cuanto a la comprensión de las creencias, emociones e intenciones de
los demás y partiendo de la idea de que el déficit
en estas
habilidades no se restringe a los niños autistas, hemos realizado
esta revisión teórica con el
objetivo de comentar los trabajos
realizados hasta el momento en torno a la adquisición de teoría de
la mente en niños con Síndrome de Down.
Tras
estos comentarios hemos llegado a la conclusión de que si bien estos
niños se aproximan más
a las habilidades en teoría de la mente de
los niños con desarrollo normal presentan alguna dificultad
en
éstas, aunque no tantas como los niños autistas. Se trata entre
otros de retrasos en la comprensión
de emociones simples, de
peticiones indirectas “convencionales” y “no convencionales”
o en la producción de lenguaje mentalista.
También
se ha observado la existencia de pocos trabajos que analicen
directamente la teoría de la
mente de los niños con Síndrome de
Down, sobre todo en comparación con la abundante bibliografía
sobre la Teoría de la Mente de los autistas.
Por
todo ello, se plantea la posibilidad de, en futuras investigaciones,
evaluar el desarrollo cognitivo
y emocional de los niños con
Síndrome de Down con una edad mental de entre 4-6 años, comparando
la muestra con niños de la misma edad mental con otros trastornos
(parálisis cerebral, ceguera, sordera,
síndrome X Frágil,...) así
como con niños con desarrollo normal. Del mismo modo, consideramos
relevante la utilización de otras tareas, además de las clásicas
(falsa creencia,...) que se suelen emplear en
la evaluación de las
habilidades de inferencia mentalista en niños autistas y que serían,
por ejemplo,
tareas de falsa creencia de segundo orden, emociones
secundarias, atribución de intenciones,...
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